
Guardaba entre sus ladrillos el aroma de mis recuerdos. Se apilaban unos sobre otros, en capas de tiempo que contenían la totalidad de los días. Desde el techo, bajaban las risas de los que partieron y, sin embargo, todavía permanecían allí, como mirándome desde algún lugar lejano.
En la ventana colgaba tu nombre, liviano, suspendido en el aire de los recuerdos, un punto escondido en esa foto en la que nos encontrábamos cada tarde.