
Sobre esa coma de sus vidas, en el silencio al que invitaba la gramática de la naturaleza, se entregaban a la pausa, tan solo un instante en la estructura de aquellas palabras que las definían.
Sobre esa coma de sus vidas, en el silencio al que invitaba la gramática de la naturaleza, se entregaban a la pausa, tan solo un instante en la estructura de aquellas palabras que las definían.
Entre las piedras, justo en el vértice de una fisura del camino, la vida se abría paso, como si fuera un deseo que nacía por encima aquello que se resquebrajaba, como si fuera la voz de la esperanza.
Podía escucharlas. Las voces ascendían por los costados, protegidas por las gotas, un rumor que no quería detenerse. Las vi moverse sobre la superficie, como si se desparramaran en burbujas flexibles y dejaran para mí las palabras de la lluvia.
Sonaba una canción liviana, fresca, como si estuviera hecha sólo de gotas que al caer sobre las baldosas formaban un charco de música. Allí, sumergido en esas notas lejanas, volvía a escucharte.
El subsuelo abrió su boca oscura para recibir aquellas palabras que se resquebrajaban sobre la superficie. Enriquecido por ese lenguaje crocante se dispuso a crear palabras nuevas.